El lunes pasado el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó, luego de largos meses de conflicto, un pedido de cese al fuego en Gaza. La resolución llegó después de que Estados Unidos haya optado por no vetarla, al contrario de lo que hizo las veces anteriores.

¿Cómo es posible que un solo país demore una causa urgente? ¿Hay potencias con privilegios especiales dentro de Naciones Unidas? Para explicar eso, tenemos que entender cómo funciona el poder de veto: ¿el palo en la rueda de la ONU?
¿Qué es el poder de veto y que rol juega en los temas de hoy? (como el de Gaza)
Para entender el veto en el sistema ONU, hay que ver cómo funciona la organización. Se forma de varios órganos, agencias y asambleas, pero el más importante en jerarquía es el Consejo de Seguridad, que está compuesto de 10 miembros rotativos y 5 permanentes: Rusia, Reino Unido, Francia, China y Estados Unidos.
Este Consejo es el que se encarga de resolver los asuntos globales más urgentes y tienen el poder para aprobar resoluciones vinculantes; esas que mueven ejércitos, ayuda humanitaria y cambian realidades. Si alguno de los permanentes está en desacuerdo puede también vetar y bloquear las propuestas del resto del mundo.
Estos privilegios nacieron con la organización una vez terminada la segunda guerra mundial luego de largas negociaciones. Las potencias acordaron darse ese derecho para forzar un consenso y mantener una jerarquía que en ese contexto sirvió para tomar decisiones rápidas.

Los capítulos de la historia reciente en donde la ONU pudo hacer algo, fueron gracias a que los “5 grandes” se pudieron poner de acuerdo, ya sea por arduas horas de negociaciones diplomáticas o por desinterés de estas potencias en el conflicto debatido. Si no hay aliados o intereses personales afectados, las soluciones llegan más rápido.
Un privilegio al veto histórico y cuestionado
Desde la creación de la ONU en 1948, Rusia (ex URSS) fue el país que más usó el veto. Le sigue Estados Unidos, que es quien más lo aprovecha en los tiempos que corren, sobre todo para defender a su aliado Israel frente a las denuncias y pedidos del resto de países respecto a su trato hacia los palestinos.
La existencia del poder de veto desde el comienzo no deja felices a varios Estados. Tampoco el hecho de que en ciertos conflictos las reuniones del Organismo son a puertas cerradas y las amenazas de veto, que escapan a las transcripciones oficiales, se erigen como un fantasma que retrasa y moldea algunas propuestas diplomáticas.
Eso es lo que pudo haber pasado en el conflicto en Ruanda, donde representantes de países miembros del Consejo denunciaron que en ese momento el papel de Francia dilató los tiempos y el silencio de la ONU y permitió que se cometiese un genocidio que terminó ocho meses después con una resolución vinculante.
¿Qué alternativas hay para evitar (o diluir) el poder de un veto?
Este caso y otros como los actuales en Ucrania y Gaza, hicieron que a lo largo de los años se haya criticado y llamado a cambios estructurales en la ONU contra este superpoder. Una de las propuestas consiste en agregar miembros permanentes a la mesa chica que representen a otras regiones del mundo como Brasil por Latinoamérica, India por Asia o incluso Japón.
El problema de esta propuesta es que agregar miembros que puedan usar el veto no cambia el hecho mayor de que los permanentes de la ONU hoy tienen intereses y compiten entre ellos en gran parte de los conflictos mundiales actuales. Esta “solución” no evitaría bloqueos de resoluciones, por ende, no se haría nada para cambiar las cosas.
Una cuestión es que para suprimir el poder de veto o agregar miembros permanentes al Consejo de Seguridad, se debe aprobar por dos tercios de la Asamblea General, (esa es la parte fácil).
El problema final es que también debe tener el visto bueno de la mesa chica, de esos cinco países que tienen el derecho de bloquear los cambios que el mundo propone para poder devolverle la vida y utilidad a esa organización.
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