de Gianluca Autiero
Las montañas del pueblo de Uquía, en la Quebrada de Humahuaca, suelen llevar a quien las visita al silencio, a la introspección y a momentos auráticos. Su geografía variada, sobre todo en su Quebrada de las Señoritas, regala colores, trekkings y fotos que sacan el aliento. Su centro, tranquilo y desierto, se refuerza con una iglesia y un cementerio. Un acercamiento 100% genuino a la región y su gente. Eso suele ser.

Es febrero y la Quebrada está de Carnaval, días de música, sonrisas descontracturadas y noches de baile y alcohol. Los locales no pueden evitar el brillo en sus ojos cuando te cuentan sobre las actividades que se reparten por cada pueblo en esa semana. Orgullosos te explican que esperaron todo el año por su llegada, uno cargado de laburo, de cosas buenas y malas, y de esperanza, cómo no.
Cada pueblo tiene algo con lo que resalta: sus comparsas, sus peñas, su día de comadres y compadres. Todos comparten la risa genuina de quien sea que, por azar o fortuna, esté en la Quebrada esa semana que empieza con el desentierro del diablo, una tradición que es cada vez más trendy.

La bajada de los diablos es la que se lleva las luces, las coberturas en vivo, el aluvión de gente que en ese tiempo de locura hace de Uquía un mundo increíble. Si, ese que era un pueblo chiquito y de centro fantasmagórico, sin mucho ruido que ofrecer más que el de su naturaleza, por un par de días es el protagonista del Carnaval.
Mirarla desde arriba
“Bajá culiao, bajá culiao”. Sopla el viento y estamos a la espera de que bajen mujeres y hombres, nenas y nenes vestidos de colores y diseños llamativos. El Cerro Blanco es la pista graciosa que les hace de pasarela o tobogán según el caso. Los vivos de acá y de allá escalan el cerro y se sientan a mirar al pueblo repleto con las montañas imponentes de fondo. El viento sopla y susurra cosas, pero no nos importa, somos vivos.
El vino blanco caliente y el paisaje hipnotizante, la gente abajo que se tira espuma y los polvos de colores que vuelan por el cielo despejado, la espera dulce y la seguridad de que estamos por presenciar algo único y que va a valer la pena obnubilan un hecho: hay que bajarse del Cerro, si no los Diablos se quedan allá arriba escondidos. Tiene sentido.

Estar fuera de lugar es una vergüenza, saberse odiado por grupos de cordobeses gritones y habitantes del lugar que piensan en la estupidez del turista promedio también. Bajar apurado, bajo los efectos del vino y con otros irresponsables más detrás tuyo que también quieren perderse en la multitud por la vergüenza, no está muy bueno. Cosas de vivos.
Para arriesgadxs
Quien pase por Uquía el día de la bajada de los diablos, si puede debe tomarse el riesgo y el tiempo de subir al cerro y mirar a las personas, tomar aire, llenarse los pulmones y los ojos de montaña inmensa y alegría. Después, debe bajar, no sea que por boludo el viento se ponga en su contra y el Carnaval no empiece por culpa suya.
Aunque, no se debe asustar, en esos días en la Quebrada todo es relativo, y cada respuesta es la correcta. La única certeza es que el Carnaval de todas formas va a empezar, a fuerza de colores estridentes y mucha música, va a inundar las calles de cada pueblo de esa parte del país. No es necesario pedirle que baje de ningún lado, él ya está dentro de su gente y de quien lo vistita, que también recibe una parte de él.
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