Las viñas nicoleñas renacen

Dieciocho años después de la última vendimia en la ciudad bonaerense de San Nicolás, el nieto de uno de esos bodegueros vuelve a plantar vides y a hacer vino. Las viñas nicoleñas volvieron a renacer en el lugar donde durante cien años esa fue su principal industria.

Por Walter Alvarez

Viñedo Los Arroyos: donde las viñas nicoleñas volvieron a renacer

Un mediodía de julio, con noventa años, Carlos Ponte bajó de su camioneta, cruzó el alambrado y se puso a podar una hilera de vides en el viñedo Los Arroyos de la ciudad bonaerense de San Nicolás.

Era el año 2006. Habían pasado treinta años de la última vez que Carlos podó las vides del viñedo familiar. Cien hectáreas de viñedo, en la llana y húmeda ciudad de San Nicolás, llaman la atención.

Pero hay más sorpresas. Un registro del año 1959 indica que en San Nicolas había 1200 hectáreas de viñedo, cultivas por más de cuatrocientos productores, con la que se elaboraban once millones de litros de vino por año, en más de cincuenta bodegas.

La bodega más grande era la de los Ponte: dos millones y medio de litros de capacidad. Carlos Ponte era nieto de José, un inmigrante genovés que se instaló en la ciudad a fines del siglo XIX.

Él y muchos otros genoveses reprodujeron en estas tierras sus costumbres ancestrales: cultivar la tierra, criar animales y elaborar su propio vino. En Italia todavía se hace así. Con el tiempo, y por el aumento del consumo de los peones rurales y de los habitantes de los pueblos vecinos, esa elaboración casera de vino para consumo familiar se convirtió en una industria vitivinícola enorme.

Viñas nicoleñas perteneciente a la familia Ponte. 1959

Los inmigrantes genoveses comenzaron a elaborar vino en San Nicolás antes del año 1886. Pero se tomó esa fecha como inicio de la vitivinicultura en San Nicolas porque fue el año en que otro inmigrante genovés, Carlos Cámpora, fue enviado por sus paisanos a Uruguay a investigar cómo se las arreglaban los uruguayos para producir vino en un clima húmedo y lluvioso como el nicoleño y volvió con la respuesta.

La historia de las viñas nicoleñas finalizó cuando sólo quedaba una bodega en el campo, la de la familia Gaio, que elaboró vino por última vez en 1986.

Las viñas nicoleñas renacen

Muy cerca de allí, la bodega de Lagostena llegó a producir, 750.000 litros de vino por año, hasta mediados de la década de 1970. Su abuelo y su padre (él también) elaboraron vino con sus propias uvas cultivadas en treinta hectáreas de terreno.

Dieciocho años después del final de las viñas nicoleñas, Hugo Lagostena, decidió probar otra vez. Plantó hileras de las variedades Merlot, Cabernet Sauvignon, Refosco, Syrah, Sauvignon Blanc, Moscatel y Torrontés. Además de variedades menos conocidas que encontró en antiguos parrales que todavía se conservaban en algunas quintas.

Recibió la ayuda de otros nietos de inmigrantes como Carlos Ponte, quien esa fría mañana de julio volvió a vivir los momentos de esplendor de la vitivinicultura local de San Nicolás.

Hugo Lagostena y Carlos Ponte

Quizá podando la viña de Hugo, Ponte recordó cuando su hermano Héctor trajo desde el colegio salesiano de Mendoza -donde había sido enviado por la familia a estudiar enología- la variedad Refosco (que hoy casi nadie cultiva en Argentina) y que se usaba para darle cuerpo y color al tímido clarete obtenido con la variedad Pinot Gris.

Recordó la Bodega Cooperativa que formaron ciento cincuenta y siete productores en la década del 30, con tecnología de punta francesa, para elaborar vino y darle valor al cultivo de la uva. Recordó también la persecución del Instituto de Vitivinicultura, dominado por los mendocinos, que no querían que se hiciera vino en ningún otro lugar del país y lograron eliminar en la década de 1930 la vitivinicultura de Entre Ríos y de casi toda la provincia de Buenos Aires, menos la de San Nicolas.

Recordó la Cámara de Bodegueros que formaron para defenderse de esos ataques. También la escuela de enología que estuvo a punto de instalarse en San Nicolás y que el Golpe del 1930 evaporó. Y recordó el final, cuando la ciudad fue elegida por el primer peronismo para instalar la industria pesada nacional con Somisa como emblema. La fábrica que comenzó a trabajar en 1961 y triplicó la población de la ciudad. Donde había quintas con viñedos se construyeron barrios y así la vitivinicultura finalizó.

Pero, como esas semillas que quedan años sepultadas a la espera de una lluvia, un día las viñas nicoleñas volvieron a renacer. Y la actual bodega de Lagostena fue pionera de la reaparición de la vitivinicultura de la provincia de Buenos Aires. Fue el segundo productor en volver a plantar viñedo, después del proyecto de AlEste, en Médanos, al sur de la provincia.

Hoy elabora mil litros anuales en un viñedo al que Hugo llama experimental. Los vinos tienen el sabor de la tierra donde las uvas se cultivan. Un sabor original, distinto al vino industrial. Pero que, como la historia, es único e irrepetible.

Para conocer más: www.vinosannicolas.blogspot.com