Natalia Oreiro: «mi casa es Argentina, soy feliz acá».

Natalia Oreiro no necesita introducción. Actriz, bailarina, cantante y -recientemente- empresaria de la moda, la estrella uruguaya es también embajadora de buena voluntad de UNICEF para el Río de la Plata.
En conversación con CajaNegra, la actriz contó qué es lo que la atrae a Argentina, y por qué toma decisiones que, en principio, se pueden pensar a contracorriente.

Sos una persona que ha viajado un montón, que ha vivido en muchos lugares, que es conocida en muchas partes del mundo. ¿De dónde creés que sos? ¿Dónde creés que está tu lugar?

Y, acá en el Río de la Plata, te diría. Porque ese corazón uruguayo que tengo lo tengo muy presente. Pero mi casa es Argentina, soy feliz acá. Con todo el caos.

¿Por qué elegís Argentina con todas las posibilidades que tenés de vivir en otros Lugares? O que haz tenido a lo largo de tu vida, no sólo por el presente.

Yo viví el desarraigo de muy chiquita. Con mi familia nos fuimos a vivir a España. Mis abuelos eran españoles, tenía a mis padrinos viviendo allí. Mi padre se quedó sin trabajo cuando yo tenía seis años y nos fuimos a probar suerte a Málaga. Eso me marcó mucho.

Si bien es una cultura bastante cercana y teníamos pasaporte español, nunca sos de ahí. Regresamos porque no le fue bien. Volver a la escuela luego de haber hecho la escuela en españa. Cuando llegué hablaba raro en Uruguay, era toda una mezcla y cuando me vine para acá también era muy chica.

No sufrí esa extrañeza de estar en un lugar distinto. Me sentí bien, me sentí feliz, pero dejé a mis padres, a mi hermana, al novio que tenía en ese momento, dejé el liceo. Y las veces que me surgieron posibilidades concretas de vivir en otros países, sobre todo por el cine y por la música. Nunca lo tomé como una posibilidad; nunca me interesó. Además me pasaba que, para ese entonces, en países de Europa del este cantaban en español. Y yo decía: ¿por qué voy a hablar en otro idioma, por qué quiero ir a Estados Unidos? Si yo canto en mi idioma, hablo de lo que a mí me pasa, y allá lo comparten y les gusta. Me parecía como ir a contracorriente. Y me costó mucho volver a sentir pertenencia.

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